Desde que llegué a Managua me he vuelto mucho más sensible a las señales y he tenido varios momentos de estar a punto de tirar la toalla. Managua se ha reído varias veces en mi cara de mi independencia. Esperé. Me di otra oportunidad. Volvió a ocurrir algo y vuelta a empezar la cadena. No puede ir todo mal, pensé. Cuando varias cosas empiezan a ir mal parece que tú mismo entras dentro de una espiral que va hacia abajo sin frenos, como si te llevara un ciclón que está fuera de tu control.
Tiré la toalla y la pisoteé en el suelo. Y luego me agaché a recogerla y la puse de nuevo en su sitio.
Dejo Managua y continuo con mi viaje, con importantes lecciones aprendidas y paisajes en mi memoria.